Paseo por la calle viendo como un montón de extranjeros suben por Paseo de Gracia maravillados por la ciudad por la que andan. También de ve algún que otro espécimen autóctono, que se diferencia de los otros por el hecho de ir trajeado, hablando por el móvil y a toda pastilla por la calle, sin disfrutar del precioso día que hace en Barcelona.
El cielo azul y brillante llama a los ojos a mirarlo, a observar como se refleja en los aparadores de las tiendas lujosas y modernas que están a ambos lados de uno de los paseos emblemáticos de la ciudad condal. Mientras la gente va a su bola, totalmente perdida en su pensamiento o en su vida caótica, yo voy andando tranquilamente de camino al centro de la Plaza Catalunya dónde se encuentra la gran red de conexiones subterráneas que necesito utilizar. Y mientras me aproximo a la parada de ferrocarriles, decido que no es sumamente imprescindible que hoy vaya a clase. El cielo me ha absorbido y necesito mi dosis de rayos solares semanal. Ya le pediré a algún amigo que me pase los apuntes, un día así no se puede desaprovechar. Así que me doy la vuelta y subo hacía la parada de Paseo de Gracia de la línea lila, que me llevará a la azul para llegar finalmente a mi destino, el parque del Guinardó, cerca de la parada Hospital de Sant Pau.
Hacía tiempo que no subía al parque, quizás hacía un año ya de la última vez. Este parque me gusta porque tiene truco, está situado en uno de las siete colinas que forman parte de Barcelona. De hecho, es uno de mis rincones favoritos para pasar la tarde, sola o acompañada, porque tiene unas vistas, preciosas.
Así que, después de subir hasta lo alto de la colina, me siento en las mesas de camping que hay construidas. Se puede ver todaaaaaaa Barcelona. Y con la luz del mediodía que le llega a la ciudad, hace que se respira un aire distinto, frío pero agradable, al margen de los problemas, sin importar nada más.
Y allí me quedo a pasar la tarde mientras quede luz que ilumine mis apuntes, al amparo de una buena vista.
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